La idea siempre fue buena, independiente de sus resultados periodísticos y sin duda literarios. Pero el diario El Mercurio, siempre añejo, vetusto, conservador, hizo la lectura estratégica hace 30 años: cómo conquistamos una nueva lectoría, cómo nos hacemos referentes para un nuevo público. El suplemento “La Zona de Contacto” fue creado para ir por ese objetivo estratégico y el equipo que reunió la periodista María Olga Delpiano -comandados por Alberto Fuguet e Iván Valenzuela- fue un lujo de resultados insospechados: una generación entera de periodistas y escritores jóvenes pasaron a tomar el protagonismo que la nueva transición política chilena exigía, nuevos tiempos, nuevas voces, nuevos temas.
“La Zona de Contacto” se transformó en eso, un lugar donde los jóvenes del momento escribieron de la cultura pop como no se había hecho antes, deformando el lenguaje, usando palabras otrora prohibidas (cachái, grosso, qué onda, y una serie de onomatopeyas gráficas), erigiendo nuevos héroes, músicos, cineastas, críticos, opinadores de toda especie, íconos, todo lo cual operó como orquesta para lograr lo que hoy llamaríamos engagement, el enganche de una comunidad, de toda una generación joven, pre internet, pre redes sociales. Este flacucho suplemento, que partió como un apéndice del clásico Wikén, fue el Facebook 15 años antes, un lugar donde una generación pudo hablar de sus ídolos (su objeto de estudio y los que escribían) sin que la generación anterior de mayores grises y encopetados que a lo más usaron estas cuartillas impresas para usarlas en el piso para deshielar el refrigerador o envolver el pescado. ¿Lo supo el señor Edwards? El resultado epocal no creo. ¿Subió las ventas en este grupo etáreo? Es muy posible que sí, me consta cómo los viernes empezamos a comprar el diario, esperando -sin saber- que unos años después estos mismos visionarios, ya en otra casa editorial, lanzaran la radio Rock & Pop, otro eslabón estratégico de los noventa que prepararía el camino para que Tarantino nos transformara a todos en perros de la calle, animales pre digitales dispuestos tomar el poder que la tecnología e internet nos entregaría en bandeja.
Rodrigo Álvarez Araya