“Naturalmente, si el fútbol fuese sólo un deporte, no habría ninguna razón para que nos guste: los arcos son muy pequeños, el campo es demasiado grande, los árbitros están claramente aterrorizados o son unos monstruos de egotismo, hay pocos goles, un mal uso de las nuevas tecnologías hace prácticamente imposible la aplicación del reglamento, que ya no se entiende… Por suerte no es sólo un deporte, y no lo es en buena medida porque desnuda, como ninguna otra cosa, el carácter de un país y sus contradicciones”, así no más parte la columna de Patricio Pron en La Tercera del sábado (antes de la final) y que para nosotros resume muy bien por qué nos gusta tanto el fútbol y por qué personas completamente lejanas a las competencias y famas, como la escritora Leila Guerriero, no puede sustraerse a lo que vivimos este fin de semana, y todavía, con el triunfo de Argentina campeón mundial. La talentosa, reputad y aguda observadora escritora argentina no pudo quedar ajena y publicó en El País una columna maravillosa dedicada a su padre, La Anti Cábala: “A la hora del partido Argentina-Croacia, un hombre salió a caminar con sus perras, a pleno sol, porque sus hijos todavía creen que él puede cambiar el mundo”. La cábala es que el equipo gana si su padre sencillamente no ve el partido. Guerriero escribió una emotiva segunda parte sobre su padre alejado de gritos y goles tras la final. Hermoso.
La creatividad y la reflexión frente al fútbol es una cuestión cultural. Como alguna vez lo fue el boxeo para la generación de los Mailer o los Cortázar. En este mes cabreado, que exige entrar en “la bajada” que llaman a los uruguayos, esa idea de soltar el año, de dejar de hacer, nos hemos disfrutado de un Mundial a medias (no dieron ni vimos todos los partidos) en un Qatar con su sociedad a medias de todos derechos social o humanos básicos. hemos leído columnas buenas, videos en Tuk Tok, despachos con los horribles hinchas y hemos visto algunos de esos spot gigantes creados en el país trasandino, obras cumbres del relato actual publicitario (AFA, Quilmes)
Para el cierre “Habrá quien, cuando tenga 80 años, no tenga necesidad de presentarse. Habrá un anciano, en un bar de Buenos Aires, que no tenga la necesidad de decir: “Yo paré un gol en el último minuto, y luego un penalti, y casi atajo el resto”. Un viejito, en una terraza de París, al que no le haga falta decir, para presentarse, una frase impresionante: “Yo marqué tres goles en aquella final, y un penalti en la tanda, y perdí”. Y aún uno más, en Rosario, que no tenga que soltar al llegar a un sitio: “De mí dicen que soy más grande que Diego Maradona”… parte de la columna con la que Manuel Jabois (Nadie volverá de la final del siglo, en El País también) cierra el campeonato de una manera certera, hablando de fútbol, claro.